Son las 14.30 h. Entro despacio a la habitación aún sabiendo que te has puesto tapones en los oídos, levanto despacio la persiana para que entren los rayitos de luz y uno de ellos se escapa y se graba en tu espalda, como a fuego. Y te observo.
Podría estar horas y horas mirando la curva de los omóplatos y los hombros, el tatuaje que tienes desde hace tantos años, tan moreno de piel... pero me acerco y me siento a tu lado... y tu respiración suave me invita a tumbarme a tu lado, y volver a dormir como si no lo hubiera hecho en toda la noche. Pero...
Pero aquello con lo que me quedo es con tu despertar, aquello que Dios te ha dado y que es una bendición; con tu cara de niño dormido, los ojos cerrados, apretados para que la luz no te moleste. Y te estiras como un gato, y me sonries sin ni siquiera mirarme. Y ese es sólo uno de los muchos regalos que me das todos los días.
Gracias.
Podría estar horas y horas mirando la curva de los omóplatos y los hombros, el tatuaje que tienes desde hace tantos años, tan moreno de piel... pero me acerco y me siento a tu lado... y tu respiración suave me invita a tumbarme a tu lado, y volver a dormir como si no lo hubiera hecho en toda la noche. Pero...
Pero aquello con lo que me quedo es con tu despertar, aquello que Dios te ha dado y que es una bendición; con tu cara de niño dormido, los ojos cerrados, apretados para que la luz no te moleste. Y te estiras como un gato, y me sonries sin ni siquiera mirarme. Y ese es sólo uno de los muchos regalos que me das todos los días.
Gracias.
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