Cuando pierdes a un ser querido, a alguien que ha formado parte de tu vida y tú de la suya, sin quererlo, te quedas cojo de amor, y esa cojera ya de por vida, te recuerda que somos todo aquello que los que nos han precedido, han deseado que fueramos. Sin esperanza de futuro, no puede haber más futuro. Sí mis abuelos y antes de ellos, mis bisabuelos, no hubieran querido a sus hijos; nosotros, yo misma, tú que me estás leyendo, no estaríamos aquí.
La noticia de la muerte del abuelo de Esther me ha hecho acordarme con más detalle de la muerte de mi abuelo, no hace mucho. Y creo que tengo establecida una barrera ante la sensación de pertenencia a alguien, de querencia fuerte para evitar precisamente esa sensación de dolor. Siempre me ha agobiado saber que esa persona quiere establecer un lazo más allá de la relación de cortesía, y tiene narices que haya tenido que ser mi hija la que vaya lijando poquito a poco ese muro de protección ante la dependencia y la necesidad de aceptar que la base de mi felicidad está entretegida por muchas personas... pero a su vez otras muchas personas dependen de mi para serlo también.
Ya lo dije hace mucho en otro post aquí: ha tenido que ser Sara la que me remueva por dentro para sentir ahogo, congoja y desamparo si me faltara... y no consigo bloquear ese sentimiento. ¿Es bueno o no?. No lo sé.
Se me hace tan lejano el recuerdo de mi abuelo, que por eso he tenido que traerle de nuevo a mi corazón para saber, con más certeza si cabe, que la vida es muy corta, el tiempo muy escaso y que no he pasado el tiempo suficiente con aquellos que más me han querido a lo largo de toda su vida.
2 comentarios:
Gracias por volver
Tengo la misma sensación incluso con los que aún están cerca, con mi madre. me digo: María Jesús la tienes ahí ahora y dentro de poco ya no estará, pero pasan las horas y mis planes se reducen a muy poco.
Un abrazo
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